VIÑA DEL MAR, Chile.- Y llegó el día que se quebró el maleficio. Si la fe mueve montañas, cómo iba a ser imposible para los argentinos festejar del otro lado de la cordillera en el Gran Premio Latinoamericano. Sixties Song lo hizo. El caballo que había fabricado una atropellada ganadora en el Carlos Pellegrini, en diciembre pasado en San Isidro, replicó ayer su obra cumbre, esta vez en Valparaíso, el hipódromo chileno que por primera vez fue sede de la Copa Libertadores del turf y se pareció a una cancha de fútbol desde que los protagonistas salieron a la redonda de exhibición.
Fuente: La Nación
«No me dejaba dormir bien pensar que se podían golpear en el primer codo», confesó Alfredo Gaitán Dassie, el entrenador del ganador. Esa curva atípica tan temida estuvo lejos de ser el calvario que se pronosticaba, como si de tanto hablar del tema todos hubieran salido a cuidarse. Y Sixties Song no sólo resultó inmune en ese sector, sino que se posicionó tranquilo en mitad del grupo, a la espera de la recta final, cuando las energías de los líderes se dinamitaron. California One, el norteamericano que representaba a Chile, y Gandhi di Job, el brasileño con bandera uruguaya, cedieron rápido con la meta en el horizonte y el caballo argentino tuvo una aceleración brillante. Pasó al frente delante de las primeras tribunas, allí donde habían largado para dar toda la vuelta a la cancha, y completó los 2400 metros de césped con autoridad. «El mío es el mejor. Es un súper caballo. Tengo un gran equipo, desde el peón a mis hijos que me acompañan, y muy buenos propietarios que confían en mí», exteriorizó el preparador.
Los llantos, los gritos y los abrazos al borde y dentro de la pista luego de que el ejemplar conducido por Juan Cruz Villagra cruzara primero el disco eran el símbolo del desahogo, de tanta ansiedad contenida. Una catarata de frustraciones quedó atrás en una cita que era esquiva desde hace once años para los representantes argentinos y que tenía un único antecedente festejando como visitante, en 2006, cuando Latency viajó a Uruguay y se impuso en Maroñas. Para peor, el año pasado había vencido Don Inc en Río de Janeiro y fue descalificado al detectársele vestigios de anabólicos. La decepción resultó mayor.
«Si no se vende, a Sixties Song vamos a llevarlo a Inglaterra para correr en Royal Ascot», avisó Gaitán Dassie. El triunfo lo clasifica para el Prince of Wales, un desafío en la cuna de las carreras que equivale a ir a jugar el mundial. Pero, más allá de lo que representa la Argentina como potencia en la cría de caballos, suele ser utópico cualquier presencia sudamericana allí. O no tanto ahora, porque la calidad y proyección de Sixties Song acompaña el sueño de viajar en junio próximo y enfrentar a lo más selecto de la raza europea.
Ahora es tiempo de disfrutar esta conquista. En el turf lo más lógico es perder y eso implica no desperdiciar ni un segundo de un momento como el de ayer. Las lágrimas de la diputada Mónica López, la cara más visible del grupo de propietarios del vencedor, y la inmensa sonrisa contagiosa de Juan Carlos Bagó, cuyo haras Firmamento lo crió en Sierra de los Padres, simbolizan el espíritu de la pasión por las carreras. Los que lo compraron en un remate y quien lidera el equipo que fue a los Estados Unidos a comprar una yegua (Blissful Song) y pensó en el padrillo (Sixties Icon) ideal para la combinación que dio este fruto. Son sentimientos que no tienen precio, aunque el primer puesto haya significado ahora una ganancia de 300.000 dólares, el 60% de la bolsa.
Fiesta hípica y social, la propuesta de ayer resultó atractiva mucho más allá del Latinoamericano. En las colmadas tribunas que mantienen su fachada histórica, en los multifuncionales parques donde los niños exprimían cada juego y en las dos pistas, con los ases de la fusta de la región. Además del cotejo principal, algunos de ellos fueron aprovechados por propietarios locales para montar sus caballos en otras competencias. Por ejemplo, Altair Domingos, que sobresale a diario en los hipódromos argentinos y aquí tomó algunas de las carreras previas al gran premio como banco de prueba para familiarizarse con el trazado. Los chilenos conocieron su tenacidad desde el comienzo: en su debut en Valparaíso ganó por media cabeza en la arena, con Fancy Daddy, un caballo argentino con campaña exclusiva del otro lado de la cordillera.
También fue la tarde en la que la belga Sara Vermeersh, con la potranca La Más Chiquita, ganó la tercera etapa del torneo de amazonas amateurs, la Copa Larc Fegentri. Se llevó el trofeo, pero además los aplausos y los piropos del público, en una contienda con jocketas de ocho países, la mayoría europeas que disfrutan ocasionalmente de una actividad ajena a sus trabajos o estudios.
Ese fue el marco para una gran obra, la de Sixties Song, que cuando caía la tarde hizo historia entre los cerros y dejó por un rato en silencio a quienes colmaban las tribunas y parecían ya estar viviendo el partido entre Argentina y Chile por las eliminatorias del 23 de este mes en la cancha de River. Ayer, en tierra chilena, para el turf albiceleste fue un día inolvidable.